Quiero recordar estos días como los buenos días.
Quizás como la hora y el minuto en los que aprendí a estar bien conmigo mismo… Quizás como los días en los que robar sonrisas me era algo natural. En los que no me costaba nada. Recordar todo esto como aquellos momentos en los que pude estar para alguien, o extender una mano cuando podía ser necesario. Cuando las amistades estaban al alcance de la mano, a la vuelta de la esquina y hacer un nuevo amigo solo involucraba confiar un poco, abrir una puerta, apenas permitirse compartir un poco más.
Quiero recordar estos días como aquellos en los que no tenía problemas, en los que me era imposible hacerme problema por pavada alguna. En lo que los problemas eran ajenos y de esos sí había que ocuparse. Los días en los que disfrutaba plenamente de mi trabajo y aquellos en los que incluso me ponía a jugar con el photoshop o el flash solo por gusto. Por el mismo arte de crear, por tonto que fuera su resultado…
Quiero grabar a fuego en mi mente el centenar de sonrisas bien ganadas, auténticamente arrancadas a la cara triste de tanta muchacha, tanta amiga, tanta hermana y tanta chica (o mujer) especial en mi vida, por el solo hecho de obtener de aquel momento una sonrisa. Atesorarlas una por una, pese a que no tenga una cámara de fotos para inmortalizarlas…
Quiero guardar este punto de mi historia como uno de los mejores, de los tantos por venir, quizás no el cúlmine, pero si uno de los grandes momentos de mi vida. Por no tener miedo a nada. Por ser el punto de partida de todo. Porque el norte está más claro que nunca, pese al abanico infinito de posibilidades y desafíos que se me presenta por delante. Por poder encararlos de esta forma, así, contento… de ser como soy. Feliz, de poder estar donde estoy…
(… por poder acordarme, a cada momento, de vivir)